La ironía de la celebración sandinista: Cuando el opresor se viste de libertador
En este 19 de julio, Nicaragua conmemora el 45 aniversario del derrocamiento de Anastasio Somoza Debayle. Sin embargo, lo que una vez se consideró una revolución que traería libertad y progreso al pueblo nicaragüense, se ha convertido en una amarga ironía histórica.
El régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, herederos de aquella revolución, celebra hoy comparándose con el gobierno que derrocaron. Pero esta comparación, lejos de favorecerles, revela una verdad incómoda: la Nicaragua de hoy está en peores condiciones que la que dejó Somoza.
Cuando los sandinistas tomaron el poder en 1979, heredaron un país con una economía en crecimiento y una clase media emergente. Nicaragua era conocida como “el granero de Centroamérica” debido a su producción agrícola. El régimen de Somoza, aunque autoritario, mantenía cierto grado de libertades civiles y económicas que permitían el desarrollo del país.
Hoy, 45 años después, Nicaragua se encuentra entre los países más pobres de América. La dictadura de Ortega ha superado con creces los abusos del régimen somocista:
1. Represión política: Mientras Somoza permitía cierto grado de oposición y respetaba procesos judiciales básicos para los presos políticos, Ortega ha encarcelado, torturado y exiliado a cientos de opositores sin debido proceso.
2. Libertad de prensa: Somoza censuró temas relacionados con la guerrilla, pero permitía otras noticias. Ortega ha cerrado prácticamente todos los medios independientes.
3. Respeto a la Iglesia: Somoza no se enfrentó abiertamente con la Iglesia Católica. Ortega ha perseguido, encarcelado y exiliado a sacerdotes y obispos.
4. Elecciones: Aunque cuestionadas, con Somoza había cierto proceso electoral. Ortega ha manipulado totalmente las elecciones, eliminando cualquier posibilidad de alternancia en el poder.
5. Enriquecimiento ilícito: Si bien hubo corrupción con Somoza, el enriquecimiento de la familia Ortega-Murillo ha sido exponencialmente mayor.
6. Exilio forzado: Somoza no desterraba opositores. Ortega ha desnacionalizado y expulsado del país a cientos de nicaragüenses.
La celebración sandinista de hoy es, por tanto, una farsa histórica. Mientras Ortega y sus seguidores ondean banderas rojinegras y hablan de liberación, la realidad es que han sumido a Nicaragua en una dictadura más opresiva y empobrecedora que la que juraron derrocar.
El grito de “Ortega y Somoza son la misma cosa”, popularizado durante las protestas de 2018, se queda corto. La evidencia histórica demuestra que el régimen orteguista ha superado con creces los abusos del somocismo, llevando a Nicaragua a niveles de represión y pobreza sin precedentes en su historia reciente.
Mientras el régimen celebra, miles de nicaragüenses en el exilio y dentro del país recuerdan con nostalgia no solo la Nicaragua pre-Ortega, sino incluso aspectos de la Nicaragua pre-revolución. La promesa de una sociedad más justa y próspera que enarboló el sandinismo en 1979 se ha convertido en una distopía autoritaria que hace palidecer incluso a la dictadura que juraron combatir.
En este aniversario, la verdadera reflexión debe ser sobre cómo Nicaragua puede finalmente romper este ciclo de caudillismo y autoritarismo. El futuro del país depende de su capacidad para construir un sistema verdaderamente democrático, que no repita ni los errores del somocismo ni los horrores del orteguismo.
La celebración de hoy no es más que una cortina de humo para ocultar el fracaso histórico de una revolución que traicionó sus propios ideales. Nicaragua merece y necesita un nuevo camino, uno que finalmente cumpla la promesa de libertad y prosperidad por la que tantos nicaragüenses han luchado y sufrido a lo largo de su historia.