El mundo está conmocionado tras conocerse la noticia sobre el fallecimiento de los cinco tripulantes de un submarino que desapareció la noche del pasado domingo 18 de junio, tras sumergirse a las profundidades del Océano Atlántico, a unos 3,800 metros de la superficie del mar, para observar lo que queda del gran Titanic donde descansan los restos de al menos 1500 personas desde 1912.
Tras cumplirse las 96 horas de oxígeno disponibles en el sumergible, la compañía OceanGate y la Guardia Costera de Estados Unidos coincidieron en que los cinco tripulantes habrían muerto debido a una implosión catastrófica provocada por el hundimiento y la presión del espacio marino que es mayor a la exterior.
El contralmirante John Mauger, comandante del Primer Distrito de la Guardia Costera estadounidense señaló que es muy pronto para conocer con exactitud cuándo se produjo la implosión del submarino, pero ocurre horas después que la institución habría detectado “ruidos” a unos 1.600 pies de donde se encuentra el Titanic.
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Para eso, la compañía OceanGate y la guardia costera trabajaron en conjunto y sumergieron vehículos submarinos teledirigidos, conocidos como ROV, que pueden explorar el fondo marino, momento en el que rescataron el cono de cola del submarino Titan a unos metros de la parte delantera del Titanic.
De esta manera, las autoridades dieron por fallecidos a los cinco tripulantes, quienes responden a los nombres de: el CEO de la compañía, Stockton Rush, Shahzada Dawood y a su hijo Suleman Dawoow, Hamish Harding y Paul-Henri Nargeolet; cuatro multimillonario que sus vidas tuvo un costo de 250 mil dólares y que quedaron en la nada, al igual que los 1,500 hombres y mujeres que murieron ahogados tras el hundimiento de la embarcación más grande del mundo en 1912, semejante al tamaño de cuatro estadios de futbol.